sábado, 23 de mayo de 2009

ME PERDÍ EN TUS OJOS. Capítulo 4 (final).

Así llegó el martes, día en que debíamos regresar a la ciudad, a nuestras rutinas y a enfrentarnos con el mundo. Salimos después de almorzar, no si antes prometerle a nanny que volveríamos el próximo fin de semana y soportar una vez más sus efusivos abrazos. Habían sido unos días soñados, viví en ellos más intensamente que en toda mi vida, me sentía plena, feliz y absolutamente enamorada.

Daniela iba silenciosa, se arrimaba a mí y acariciaba con la yema de los dedos la piel mi hombro.

Tratábamos de estar alegres… pero ¡Dios! Cuánto me costaba separarme de ella aunque sea unos pocos días. Llegamos a su pensión más rápido de lo que queríamos, cuando ya estaba atardeciendo.

- Vale… no quiero separarme de tí… no sé si lo voy a soportar… te amo demasiado - dijo con los ojos brillosos, abrazándome fuertemente, mientras yo acariciaba su cara y su cabello con adoración.

- Lo sé mi amor, esto va a ser más difícil de lo que imaginaba ¡Ya te estoy extrañando!

Quedamos en que el viernes, después de clases, vendría conmigo por el fin de semana. Faltaba poco tiempo y la perspectiva de un futuro juntas nos fortalecía en este trance. La observé bajar del auto y enviarme un beso a través del aire mientras entraba al portal de la casona.


Me fui a casa y tomé un baño. Más tarde, en mi dormitorio, el TV saltaba de un canal a otro sin nada que me complaciera, al final decidí apagarlo y tratar de trabajar un rato. Era increíble la sensación de vacío que me inundaba ¡y sólo habían pasado unas horas! Es que Daniela ya era parte de mi vida y la necesitaba… la necesitaba desesperadamente. ¿Qué estará haciendo ella? ¿Estará pensando en mí? El tiempo siguió avanzando y luego de unos tazones de chocolate, decidí dormir ya que mañana debía levantarme muy temprano. Mientras me acomodaba en la cama, sonó el teléfono.

- ¿Aló?

- Mi amor… te extraño ¿cómo estás? - Su voz por teléfono era muy sensual y me dí cuenta que era la primera vez que la escuchaba por este medio.

- Extrañándote también… terriblemente. ¿Ya estás en la cama?

- Sí y me gustaría que estuvieras conmigo.

- A mi igual. No te preocupes, cariño, ya tendremos todo el tiempo para estar juntas.

- Bueno, quería darte las buenas noches y decirte que te amo. Voy a soñar contigo.

- Yo también ¡te amo! Nos vemos mañana en la Universidad. Besos, miles de besos en todas partes.

- Mmmm, te los voy a cobrar. Chao.

Obviamente me dormí pensando en ella y los miles de besos que le daría cuando estuviéramos juntas. Desperté muy temprano, antes de que la alarma del reloj comenzara a sonar.

Desayuné, me duché y me arreglé para salir. Cuando llegué a la Universidad sólo estaba el portero. Me instalé en mi oficina y me dispuse a trabajar. A los pocos minutos golpean la puerta.

- ¡Adelante! – grité algo desconcentrada, sin levantar la vista de mis papeles.

- Buenos días, profe, huy, qué seria ¿y? ¿soñaste conmigo? - era Daniela, hermosísima, que cerraba la puerta tras de sí y se acercaba seductoramente para darme un beso.

Rodeé el escritorio y la tomé entre mis brazos, me acerqué despacio a su rostro, sonriéndole, observándola, ella miraba mis labios y entreabría los suyos acortando las distancias que nos separaban. Podía sentir su aliento, el aire tibio que salía de su nariz y su aroma. ¡Cuánto me gustaba! Incliné un poco mi cabeza hacia la izquierda y posé mis labios sobre los de Daniela, acariciándolos delicadamente, luego aumenté un poco la presión entreabriendo mi boca para tener más contacto con los suyos, los mordí suave y sensualmente un par de veces, Daniela correspondía a cada uno de mis movimientos, recibí su lengua ansiosa abriendo más mi boca mientras sentía sus brazos en mi cuello empujándome hacia ella, succionándola casi con desesperación, fue un beso muy lujurioso, apoyamos nuestras frentes unos momentos, mirándonos, sintiéndonos y esperando que nuestra respiración se normalice.

- Mmmmm, no te imaginas la falta que me hiciste. Lo único bueno de mi noche fue que soñé contigo - dijo, acariciando mi mejilla.

- Y lo bueno de extrañarnos son estos re-encuentros, además de levantarnos temprano para venir a la Universidad.

- Tienes razón ¿Cómo te sientes?

- Amándote cada día más.

Nos fundimos unos breves minutos en un beso cálido, cargado de amor, como queriendo que nos dure aquel sabor el resto de la mañana.

- Ya, mi amor, me tengo que ir a clases. Sólo pasé a buscar mi beso de buenos días.

- ¿Y si nos juntamos a almorzar?, en el centro, lejos de aquí ¿puedes? - dándole besitos cortos.

- Mmmmm. ¡fantástico! Salgo a la 1, tengo tiempo hasta las 2,30, te espero en el supermercado que está a una cuadra del paradero, acá al frente.

- Entonces te buscaré - más besitos.

- Más te vale, jaja, te amo.

- Yo a ti, chao - un último beso.

Desapareció rápidamente por la puerta, ya que iba con el tiempo justo para subir a su sala, sin lugar a dudas, entró como un torbellino alegrando mi mañana. Estaba sonriendo cuando, tras unos nuevos golpes en la puerta apareció Fran.

- Hola amiga, pero si estás con la sonrisa de oreja a oreja… parece que te fue muy bien el fin de semana largo… - comentó totalmente incisiva.

- Fue el mejor de mi vida, créeme.

- Me gusta verte así. Pero… ¡ya! ¡Cuéntame!

- Ya, amiga, tenemos que hablar ¿quieres un café? - pregunté mientras pensaba “ahora o nunca”.

- OK, conversémonos un cafecito, que me parece, por tu cara, que esto pinta para largo.

Nos sentamos en el sillón con nuestros respectivos cafés. Yo estaba algo nerviosa, pues no sabía lo que podría pasar con mi amiga, en fin, me armé de valor dispuesta a no seguir prolongando la agonía.

- Fran… tengo que contarte algo muy delicado, no lo haría si no te considerara mi mejor amiga.- poniendo énfasis en esta última frase.

- Ya, suéltalo, te escucho.

- Estoy enamorada hasta la médula, como nunca imaginé que podría estar. Incluso hemos hecho planes para un futuro muy, muy inmediato.

- Pero… no me lo puedo creer ¿tú? ¡por fin! ¡qué alegría me das! Cuéntame ¿Quién es?

- Antes quiero que sepas que no es una decisión apresurada, es algo de lo que me siento absolutamente segura y feliz.

- Ya ¿Pero…?

- Pero sé que a muchas personas no les va a parecer bien, por lo que decidí que no debe saberse todavía, claro, excepto tú.

- Mmm - su cara reflejaba curiosidad y preocupación. - Yap, dispara de una vez.

- Bien, aquí va. Es una alumna: alumnA - destacando bien la “A” final y largándola de una buena vez.

- ¿…? - los ojos de Fran no podían ser más grandes, incluso se le abrió un poco la boca - ¿¡Qué!?

- Escuchaste bien.

- ¿Segura?

- Ya te dije.

- ¡Mierda!

- ¿…?

- Pero, Valentina, no estarás experimentando… ¿nuevas cosas?

- Ya no soy “pendeja” para experimentar, estoy muy clara con todo.

- Pero… yo no sabía que tú eras…

- Yo tampoco… hasta que la conocí y me enamoré.

- ¡Qué cagada!

Le di tiempo para asimilar lo que le estaba contando, sabía que tal vez no podría hacerlo.

- A ver, amiga, un momento, déjame pensar… ¿¿¿¿estás enamorada de una mujer que además es tu alumna???? Espera, es la chica del otro día… en tu oficina… y en la fiesta ¡Claro! Cuando te fuiste quise alcanzarte, pero al cerrar la puerta antes de llegar al estacionamiento te vi salir rápido de allí, me pareció que ibas con alguien y… por eso te llamé después… nunca imaginé que era…

- Lo siento Fran, esto debe ser terrible para ti.

- Oye, para, alto, se trata de ti ¿de acuerdo? Lo que a mí me pase con esto es secundario - este gesto de generosidad me daba esperanzas - Vale, no sé si lo voy a poder asimilar tan rápido, pero te quiero mucho y quiero que seas cuidadosa, arriesgas demasiado con todo esto. Prométeme que vas a tener cuidado.

- No te preocupes, lo tendré, ya sé lo que podría ocurrir si esto se supiera.

- OK.

- OK.

- Además tengo que conocerla para darte mi opinión, jaja - poniendo una cara graciosa y aliviando mi angustia con un abrazo.

- Gracias, amiga. Ya hablaremos con más calma.

- Ya, tranquila y cuídate. Me voy a mi reunión de coordinación. A ver si en la tarde nos juntamos un ratito. Chao.

Ciertamente había quedado más tranquila con esta “confesión” y con la reacción de Fran, al menos no salió corriendo espantada.

El resto de la mañana lo dediqué a terminar dos informes y a una reunión de grupo investigador. Fugazmente vi a Daniela en el pasillo cuando me observaba y me dedicó una mirada cómplice a la que respondí de igual forma, ¡uff!, si las miradas hablaran… Terminada la reunión me fui al supermercado donde la esperaría.

Almorzamos en un local muy bonito, la comida era sabrosa. Realmente nos hacía bien estar juntas, nos reímos, nos contamos nuestras cosas. Poco a poco fuimos estableciendo nuestros propios códigos y lugares, por ejemplo, cada vez que pudiéramos nos juntaríamos para almorzar, el lugar para recogerla era el estacionamiento del súper, nos enviábamos mensajes de texto, etc. Es increíble cómo la necesidad de vernos agudizaba nuestra creatividad.

- Hablé con Fran…

- ¿¿¿y???

- No lo tomó mal, creo que todavía lo está asimilando. Aún tengo que conversar cosas con ella.

- Ojalá vaya bien.

- Eso espero ¿y tú? ¿Hablaste con Cata?

- Si, pero fue fácil porque ella ya me tenía “calada”.

- ¿Cómo?

- Recuerda que somos compañeras de pensión, por lo tanto, me cubrió las espaldas todos estos días, así que sabía que andaba en algo. Además se daba cuenta cómo te miraba. Ella fue la primera en insinuarme que yo sentía algo más que admiración por tí. Ella te encuentra estupenda y siempre hablábamos de lo buena que estabas, de la ropa que tenías tal o cual día, de los compañeros que babeaban por tí y de lo inteligente que eres, así que sólo ató cabos. Le pareció increíble al principio, pero lo ha aceptado y tenemos en ella una buena amiga y aliada.

- ¿Tú estás más tranquila?

- Sí, absolutamente.

- Bien. La ayuda de nuestras amigas de confianza va a ser muy significativa, hemos dado un paso importante.

Volvimos a la Universidad felices de haber estado juntas, con esperanzas y por supuesto, más enamoradas. Igual podíamos compartir pequeños momentos teniendo las precauciones correspondientes, lo que nos hacía sospechar que no sería tan duro como pensábamos.

Con Fran tuvimos esa y muchas otras conversaciones, ella me comprendía y me quería y tal vez, por eso mismo, se preocupaba mucho de que fuéramos ultracuidadosas en todo. Yo sabía que con el tiempo se iba a relajar un poco y, claro, a medida que fuera conociendo a Daniela se iría dando cuenta que estábamos hechas la una para la otra.

Cada semana transcurría intensa, agotadora y demasiado larga, hasta que por fin llegaba el viernes. Los días viernes se habían convertido en sagrados, era el día de la semana en que Daniela y yo nos juntábamos, una especie de alto en el camino ¿o acaso la semana era sólo un alto? A veces sentía que iba muriendo poco a poco a desde el lunes para resucitar el viernes. Daniela, mi luz, mi vida, mi aire, mi amor, hoy estaría conmigo.

Sin embargo no sé por qué, ni cómo, hoy discutimos por primera vez y se ha ido muy enojada. Sólo recuerdo que a la salida de clases me dirigía al jeep, cuando unas alumnas que estaban en el parque me llamaron para hacerme algunas preguntas, la verdad es que son muy simpáticas y “entradoras”, además de buenas estudiantes. Nos reímos mucho y luego de un buen rato se despidieron cariñosamente de mí con besos y abrazos y se fueron a su siguiente clase.

Cuando llegué al estacionamiento Daniela me esperaba con cara de “pocos amigos” , me había visto con sus compañeras y algo no le había gustado, creo que estaba celosa, muy celosa.

- Es que ellas siempre andan detrás de tí haciéndose las simpáticas para que te acerques, y tú las pescas al tiro, especialmente la Marce, ella ha dicho abiertamente que tú le gustas y quiere algo contigo. - Daniela decía esto atropelladamente mientras sus ojos echaban chispas.

- Te juro que no tenía idea – decía tratando de comprender por qué estaba así.

- Además te dejas abrazar y besuquear. Me da rabia que seas así con ellas y conmigo actúas como si no existiera, como si no fuéramos absolutamente nada. No puedo conversar mucho contigo ni siquiera en los pasillos “para que nadie sospeche”, en cambio con ellas te tomas todo el tiempo del mundo sin ninguna preocupación - nunca la había visto tan airada y tan celosa. Por una parte esta situación me halagaba mucho, pero, por otra, no quería que Daniela se enojara.

- Vamos, Dani, estás celosa.

- ¡No! Me da rabia. Además, deja de usar ese tono conmigo que no soy una de tus alumnas.

- Jaja, sí lo eres. – definitivamente no era momento para bromear, se me salió.

- ¡Sabes a lo que me refiero y no te burles! – comenzó a caminar hacia la salida.

- Pero mi amor, espera, ¡no te vayas! - sentí que se me iba el corazón con ella.

- Déjame, quiero estar sola.

Mi único consuelo era pensar que si, como dicen, la confusión es la puerta de entrada a la claridad, yo debía estar en el umbral de la luz suprema porque no entendía ni un carajo.

La vi alejarse muy enojada y me subí al auto, aún sorprendida. Me quedé un buen rato esperando que ella regresara. Creía que en cualquier momento aparecería en el estacionamiento, pero no lo hizo. La llamé a su celular varias veces y me contestaba el maldito buzón de voz. Al cabo de una media hora, decidí irme a casa.

Y aquí estoy, sola el primer fin de semana después de tanto tiempo, con una sensación de angustia en el pecho, inquieta, sin saber qué hacer para no sentirme así.

Un poco de TV… un poco de música… un cigarrillo… recuerdo la última vez que fumé… Daniela me pedía que no me vaya de la fiesta y su cercanía me puso muy nerviosa… Daniela… mi amor… ¡Ufff! la necesito más de lo que creía…

Las 6 de la tarde… normalmente a esta hora estamos tomando once con algo rico… hablando de nuestra semana y de nuestras cosas… pero hoy… es distinto.

Las 7… tal vez no venga.

Las 8… mi inquietud se va transformando en pena, al comprender que el enojo es serio.

Las 9… ¿qué hago? Mejor será que haga algo para no desesperarme. Revisaré algunos informes.

Las 10… intentaré llamarla una vez más… apagado. Llamaré a la Cata.

- Aló, Cata, soy yo. Mira… no quiero molestarte, ni comprometerte a nada, Daniela y yo discutimos hoy y no contesta mis llamadas. Sólo quiero saber si está contigo y si está bien, para quedarme más tranquila.

- Sí profe, igual la iba a llamar, imaginé que estaría preocupada. Daniela está acá en la pensión y está bien, bueno, estuvo llorando y se ha quedado dormida…

- Bueno, cualquier cosa me llamas y cuídala por favor.

- Si, no se preocupe, tranquila, se van a arreglar.

- Gracias, Cata, chao.

Tengo sueño… son las 12, Daniela no vino…

Mierda… no puedo dormir… ya son las 3 de la mañana.

Parece que dormí algo… son las 7… me siento apaleada… mejor me levanto y me ducho.

Tengo que ir al campo pero no quiero. Habíamos planeado con Daniela quedarnos el fin de semana allá. Iré temprano y regresaré hoy mismo.

El viaje se me hizo largo pero me sirvió para aclarar mis pensamientos. Tengo que hablar con Daniela aunque deba instalarme en su portal por horas, no voy a permitir que esto nos aleje, ella es demasiado importante para mí. Estoy regresando a casa como a las 6 de la tarde, realmente estoy muy cansada y triste.

Arrojo mis cosas en el living, me saco los zapatos y me voy al dormitorio, necesito una ducha, ya veré después qué hago para comunicarme con Daniela.

Entro al dormitorio y mi corazón da un vuelco… ahí estaba ella, recostada en mi cama, durmiendo, abrazando un almohadón algo humedecido por las lágrimas. Me quedé contemplándola unos momentos… era tan bella… a veces el sólo verla hacía que mi corazón se acelere y mi estómago se contraiga. Cielos, cuánto amaba a esta mujer, como nunca imaginé que fuera capaz de hacerlo.

Despacio me recuesto a su espalda, le susurro al oído un “te amo” con todo mi ser y le doy un beso en la cara sintiendo la humedad salada de la tristeza en su piel.

Abrió los ojos irritados todavía y se lanzó desesperadamente a mis brazos.

- Llegaste, pensé que no vendrías… que te habías ido al campo… yo... te amo… lo pasé muy mal sin tí… perdóname por favor… me porté como una tonta… no quiero estar sin tí nunca más… te necesito… te amo tanto… tanto… - decía todo esto entre sollozos mientras mi corazón, que había vuelto con su regreso, latía aceleradamente en mi pecho.

- Daniela… mi vida… no sabía qué hacer para hablarte, para verte, para que vuelvas… me asustaste mucho.

- Perdóname por favor… es que estaba celosa… y además… tenía rabia… de andar a escondidas… de no poder decirle a nadie que te amo… de tener que disimular y tragarme las ganas de gritarle a todos lo que tú eres para mí…

- Yo… no me di cuenta de la presión que sentías… perdóname.

¿Quién perdonó a quién? Sinceramente eso es lo que menos importa. Nos perdonamos mutuamente, nos abrazamos, nos besamos, lloramos juntas encontrando cada una el consuelo en la otra… desahogando la pena de las últimas horas, recuperando las caricias anheladas y la sensación de estar nuevamente enteras.

- Te amo – repetía Daniela mientras sentía sus labios húmedos buscando los míos.

El deseo y toda la tensión acumulada se hicieron presentes. Un poco impaciente la desnudé y atrapando sus manos con las mías comencé a devorar sus labios desesperadamente mientras le decía cuánto la necesitaba. Como no le daba tiempo a responderme, ella se dejaba hacer. Mi boca avanzó deseosa por su cuello hasta el nacimiento de sus orejas, sus hombros y sus exquisitos pechos. Mi pierna se había infiltrado entre las suyas, presionando su sexo y limitando sus movimientos y ese contacto me volvía loca. Sentía su calor a través de mi ropa y ardía en deseos de poseerla, de saberla mía, mejor dicho, de sentir que ella me necesitaba también.
Ansiaba sentir su piel, sus labios en los míos, su olor, el temblor de su cuerpo como respuesta a mis caricias, su respiración entrecortada, sus gemidos indicándome el camino correcto, su necesidad de mi, su deseo contenido intentando prolongar el éxtasis, su ser por completo.

De pronto me di cuenta que estaba siendo demasiado vehemente, Daniela notó este cambio y comenzó a besarme suave, devolviéndome dulcemente la calma, espantando mi desesperación.

- ¿De verdad estabas celosa? - le pregunté con una sonrisa mientras me sentaba a horcajadas sobre ella, sosteniendo aún sus manos sobre su cabeza, comenzando un delicioso juego de incitación.

- ¡Terriblemente! - replicaba ella tratando de soltarse de mis brazos - además ¡tú te dejas…!

- ¿Me dejo qué? - pregunté divertida ante el reclamo de mi amada.

- Te dejas querer… eres coqueta… sabes lo atractiva que eres… y te gusta ¡No lo niegues!

- ¡Ja! - su declaración me causó gracia - no es cierto…

- Sí es cierto - haciendo esfuerzos para soltarse.

- Pero… yo sólo te quiero a ti y además… me debes una noche - le decía mientras me sacaba la ropa. Su cara de sorpresa dejó paso a aquel brillo seductor en sus ojos que tanto conocía.

- Vas a tener que hacer méritos para que te pague… - decía ella haciéndose la enojada.

- ¿Sí? Como cuáles - le respondía, mientras besaba su cuello de nuevo pero esta vez más lento y mi voz cambiaba notoriamente.

- Ahhhh, no… creas… que… mme vas… a… seducir… tan fácil. - su voz entrecortada me decía lo contrario y su cuerpo respondía automáticamente a cada una de mis caricias.

- ¿No? - besándola en la boca profundamente - hummmm… yo pensaba besarte todo el cuerpo lentamente - bajaba a lamer sus pechos mientras sostenía su mirada llena de deseo - aquí y acá - besando su abdomen mientras Daniela se contorsionaba de placer - o por acá - besando el costado derecho de su cadera y bajando por el muslo del mismo lado.

- Ahhhhh, no seas mala, estás jugando sucio - me decía al ver que esquivaba maliciosamente su centro erótico. Estaba decidida a hacerla sufrir un poco, esperando a que ella me pidiese lo que quería, mientras acariciaba y besaba sus piernas.

- Si supieras cuanto deseaba hacerte el amor - dije mientras posaba mi boca en el interior de sus muslos y acariciaba con mi cara alrededor de su pubis - recorrer tu cuerpo, así como ahora, tan suave y seductor, tan femenino y tan bello.

- Por favor… me vuelves loca - decía gimiendo mientras movía su pelvis buscando mi boca - hazme el amor de una vez, quiero sentirte en mí - aquello era más que suficiente y, sinceramente, ya no me podía resistir más, sus manos que se habían librado agarraban mi cabeza y me empujaban con fuerza hacia su cuerpo. Sus piernas se abrieron y flectaron cuando pasé mis manos por debajo de sus caderas, jalándola hacia mí y un quejido salió de sus labios. Cuando posé mi boca en su vagina empapada, una especie de espasmo la sacudió notoriamente demostrándome cuán excitada se encontraba. Di unas suaves lamidas de abajo hacia arriba para después besar apasionadamente sus labios vaginales y los temblores se hicieron más fuertes al igual que sus gemidos. Mis dedos se apoderaron de su interior mientras mi boca besaba y succionaba su clítoris - Mi amor… te amo… te amo… no pares por favor… - un gran orgasmo sacudió a mi diosa, que entre gemidos y sollozos me repetía lo mucho que me amaba, estuvo así durante varios segundos, nunca lo había sentido tan intensamente.

Subí hasta su boca para besarla mientras se relajaba y con preocupación descubrí una lágrima que se deslizaba por su mejilla.

- Daniela, hermosa ¿qué pasa?

- No… es que… no quiero que me dejes nunca… no quiero perderte… te amo demasiado.

- Mi amor, yo también te amo y nunca te dejaría… eres lo más importante para mí. - mi mano acarició su cara y continuó deslizándose hacia su nuca y su pelo, acerqué su cabeza hacia mí y la besé con toda la ternura y el amor que tenía hasta que sentí que se calmaba - Ven aquí, déjame abrazarte un rato - dije mientras me tendía a su lado pasando mi brazo por debajo de sus hombros reclinándola hacia mí, de tal modo que su cara quedaba apoyada entre mi hombro y mi pecho y con mi brazo que la rodeaba podía acariciarle la espalda y el cabello. - Ahora descansa un rato, mientras yo te cuido.

- Pero tú no has…

- Shhh, no te preocupes, aún es temprano, tenemos todo el tiempo del mundo - le dediqué muchas palabras de amor que me salían del alma hasta que se quedó dormida en mis brazos.

Sentía que la nuestra era una buena relación porque sabíamos resolver los conflictos y no porque nunca los tuviéramos. De este modo nos fortalecíamos en el proceso, nuestras vidas estaban relacionadas, predestinadas y aquello, seguro, nos ayudaría a enfrentar lo que viniera.

1 comentario:

No dijo...

Hola Lilien! He le leído el relato, en dos días, cuatro veces porque me he quedado encanta. Eres increíble escribiendo. Por favor no dejes de hacerlo porque pasaré por aquí un día sí, y otro también ;)


Hay historias que son especiales, que te dejan huella. Son historias que nunca te cansas de leer y en las que, tras cada nueva lectura, encuentras motivos para leerlas una vez más. Son pequeñas grandes dosis de magia, escritas con sencillez y el mínimo adorno posible. Y son, en definitiva, un regalo para los sentidos. Gracias por tus escritos!

Besicos!