sábado, 23 de mayo de 2009

ME PERDÍ EN TUS OJOS. Capítulo 3.

Desperté temprano, el sol ya entraba por la ventana. Nunca había descansado mejor en mi vida, la sensación de dormir con la persona que amas… sentir su respiración… su abrazo… su olor… su calor… es indescriptible con sólo palabras. Daniela estaba a mi lado, su rostro irradiaba placidez y satisfacción, tenía un gesto distinto que la hacía verse aún más bella, o tal vez eran mis ojos que la veían nublados de amor. Me contuve para no despertarla porque quería contemplar esa expresión hasta fijarla completamente en mi mente.

Decidí levantarme a preparar un buen desayuno antes de que despierte. Me puse un pantalón de pijama a cuadros y una camiseta sin mangas con tirantes que me quedaba bastante bien. Fui a la cocina, encendí el hervidor, piqué algunas frutas y preparé tostadas. Me sentía feliz y con hambre.

De pronto sentí unos brazos que me rodearon desde atrás:

- Mmm… buenos días, amor, ese olor a tostadas me despertó - y sonriendo pícaramente agregó - no sé por qué tengo tanta hambre esta mañana.

Al dar la vuelta para pasar delante de mí, noté que se había puesto una polera un poco grande que sacó de mi closet. Le llegaba al comienzo de los muslos y se veía demasiado sexi con ella.

Ella advirtió mi mirada e hizo un gesto divertida, regalándome una vez más la más bella sonrisa que recibí en mi vida. Acercándose peligrosamente a mí y dándome un beso muy tierno, dijo:

- Te amo, profesora, y me encanta que me mires así.

Desayunamos y conversamos animadamente, nos reímos mucho cuando nos dimos cuenta de que habíamos comido todo lo que había preparado. Así pasamos parte de la mañana. A cada momento yo pensaba en lo afortunada que era y en cuánto amaba a esa muchacha. Ella me hacía reír con sus ocurrencias y alucinar con su mirada.

Después de ducharnos y ella vestirse con algo mío que le quedara, acordamos que pasaríamos por su pensión para recoger algo de ropa, como hoy era Sábado y habían unos feriados por las fiestas nacionales, quería que se quedara estos días conmigo.

- Daniela, tengo una cabaña fuera de la ciudad, no es tan lejos, a unas dos horas de viaje, voy cada fin de semana que puedo para ver cómo andan las cosas. ¿Qué te parece si nos vamos para allá y nos quedamos unos días?
- Parece un sueño… eres una caja de sorpresas… ¿te he dicho que te amo? - dijo acercándose a mí y rodeándome la cintura con sus brazos.
- Mmm… déjame pensar… creo… sí, pero…no lo suficiente. - contesté sonriendo y tomando su cara con mis manos mientras besaba sus ojos, nariz y boca.
- Eres increíble… me vuelves loca… te amo - mientras besaba mi boca varias veces.
- Y yo a tí - perdida entre sus labios.

La idea de pasar con ella unos días en la cabaña me estaba excitando mucho, ese era mi lugar favorito de descanso, mi oasis, mi refugio y la tendría conmigo. ¿Cuántas tardes en solitario me tendía en la hamaca del jardín a escuchar el sonido de los árboles con sus pájaros y la cascada a lo lejos, imaginándola de mil maneras, deseando que estuviera conmigo? Ahora sería real y quería que todo saliera perfecto.

El ring del teléfono me sacó de mis pensamientos.

- Aló
- Vale, ¿cómo llegaste anoche? - era Fran.
- Bien, bien, un poco cansada ¿y tú?
- Súper… oye… paso por allá para que nos tomemos un café. Tengo algo que contarte.
- Es que… ahora no puedo, estoy… voy saliendo.
- Ajá “pillina”… estás con alguien… lo sospechaba…
- Pues… sí…
- Ya me imaginaba… te vi anoche.
- ¿Me viste? Cómo… ¿qué?
- Tranquila amiga, pásalo bien… el Miércoles hablamos. Un beso.
- Besos, chau.

La conversación me dejó inquieta, ¿me había visto realmente? ¿Con Daniela? No parecía espantada, más bien contenta ¿de verdad sabría algo? ¿Debería contarle? Ufff, todo se podría complicar… tranquila… debo mantenerme tranquila y esperar al Miércoles.

- ¿Qué pasa? - Daniela había notado mi preocupación.
- Nada, era la Fran, mi colega
- La profe, se nota que son amigas, ambas son las más queridas por los alumnos, ella es buena onda, pero no tan linda como tú.

Me causó gracia su comentario.

- Es que dijo que me había visto y que el Miércoles hablaríamos.
- ¿Crees que sabe algo de nosotras?
- No sé…

Un chispazo de temor se instaló en la mirada de Daniela, por instantes, haciendo que mi pecho sintiera una pequeña punzada de angustia.

- No te preocupes princesa, Fran es muy buena amiga y confío en ella. Mejor ahora nos vamos y disfrutamos estos días, ya veremos después…

La dejé en su pensión para que buscara sus cosas mientras yo iba al supermercado a comprar algunos víveres, volví en algo más de media hora y ella me estaba esperando afuera. Se había cambiado de ropa, lucía espectacular, unos pantalones a la cadera que le permitían mostrar su trasero paradito y firme, arremangados tipo capri, un top ajustadísimo y corto que le hacía lucir su busto y que cuando se inclinaba me ofrecía una espectacular visión de una porción de su cintura desnuda. Ella notó mi mirada mientras se subía al jeep.

- Si me sigues mirando de esa forma, profesora, no vamos a alcanzar a llegar a la cabaña. - selló esta frase con un beso fugaz y una sonrisa.

Partimos, Daniela estaba muy alegre y entusiasmada, ponía música, conversábamos y reíamos. Yo andaba en las nubes, el viaje se nos hizo realmente corto.

Cuando llegamos a la cabaña su expresión era de asombro, la verdad es que había quedado encantada desde que cruzamos el portón de acceso hace 2 kilómetros atrás. El haras, bueno era más que una parcela, era como un pequeño rancho, muy organizado y funcional, con algunos sembradíos de pasto y establos donde criábamos caballos de raza. Había una casona donde vivían los trabajadores, cuatro en total incluido un matrimonio que gozaba de toda mi confianza y afecto desde hace muchos años. El, don Luis, era el capataz y mi brazo derecho y ella, doña María, la cocinera y quien se encargaba de regalonearme cada vez que iba, como una mamá-nana que me quería mucho pero no dudaba en regañarme como a una niña si era necesario, aunque fuera su jefa.

Todo el entorno era magnífico, montañas de fondo, árboles por todos lados, una cascada y un riachuelo.

- Guau, no me dijiste que era tan grande… y tan bello.
- Quería impresionarte… ¿lo logré?
- Absolutamente… como cada instante que paso contigo.

Mi casa quedaba bastante aislada del resto de las construcciones, otorgándome mucha privacidad, tenía dos pisos, en el de arriba se encontraba, además de los otros dormitorios, el dormitorio principal, en suite, amplio, soleado, acogedor con una gran chimenea e inmensos ventanales con vista a la montaña y la cascada.
Abajo, la cocina, el comedor, otras instalaciones y el salón principal, también con una chimenea y enormes ventanales. Todo decorado por mí, estilo rústico y elegante.

Mientras bajábamos nuestras cosas del vehículo, llega corriendo la nanny, como cariñosamente llamo a doña María y me abraza muy efusivamente con sus regordetes brazos:

- Mi niña, mi “niña escarabajito”, sabía que vendría este fin de semana largo, le hice una cazuelita pa’l almuerzo… mire que está flaquita y tan paliducha, el aire de campo le va a hacer bien y yo la voy a hacer engordar unos kilitos…

Decía esto pellizcándome las mejillas, yo me sentía avergonzada, miré a Daniela y ella no paraba de reírse ante tan pintoresco recibimiento, mientras trataba de zafarme de su enorme abrazo.

- Nanny, quiero que conozcas a Daniela.

No hubo necesidad de explicarle nada, nanny miró a Daniela y su rostro se iluminó mientras me dedicaba una mirada cómplice, se acercó a Daniela y la abrazó con tal efusividad que casi la desarma.

- Danielita ¡qué linda eres!, mi niña escarabajito nunca había traído a nadie por estos lados, así que tú debes ser la que tenía a mi niña como alma en pena estos últimos meses, pero ahora la veo radiante y más feliz que nunca, si la haces feliz a ella, a mi también. Por dios, ¡qué gusto de ser flaquitas estas muchachas!, no te preocupes, también me encargaré de que subas unos kilitos.

Así era la nanny, muy expresiva y siempre hablando de más…

Luego de más abrazos y la promesa de nanny de que volvería en una hora con el almuerzo, entramos a la cabaña para subir nuestras cosas al dormitorio. Mientras subíamos la escala Daniela no paraba de reírse.

- ¿Qué es lo gracioso? – pregunté haciéndome la enojada, aunque no me salía muy bien.
- ¿escarabajito? Jaja, toda una académica seria ¿para que te digan escarabajito? No te conocía esa faceta… sigues sorprendiéndome, profesora escarabajito… jaja…

Al hacer el intento de pegarle unas buenas nalgadas por sus burlas, Daniela se escapa y sube corriendo las escaleras mientras yo trato de agarrarla, entre gritos y risas.

Cuando abrió la puerta del dormitorio quedó asombrada mirándolo todo.

- Fiuuu, esto es un sueño, es hermoso y tan acogedor…
Nanny había limpiado y prendido las chimeneas de la casa para que todo estuviera bien cuando llegara, sabía que a mí me gustaba.
- Me alegra que te guste, anhelaba compartir todo esto contigo - dije abrazándola por detrás mientras contemplábamos el fuego de la chimenea.
- ¿Por qué dijo la nanny que andabas como alma en pena hace un tiempo? ¿por mí? - preguntó seria Daniela girándose para mirarme a los ojos.
- Andaba muy triste… cuando reconocí la necesidad de tu presencia también apareció la desesperación por tu ausencia… cuando me di cuenta que estaba más que enamorada de ti también me di cuenta que era algo imposible… sufría cada día pensando en ti, en que tendrías tu vida y jamás te fijarías en mí… anhelaba verte en mis clases y eso me conformaba un poco… aunque me dolía… hasta que decidí arrancarte de una vez de mis pensamientos… pero ves… eso no resulta.

Daniela me escuchaba atentamente incluso noté que sus ojos se humedecieron sutilmente - afortunadamente no resultó, gracias a eso estamos juntas - dijo mientras sus labios se posaban en los míos - lamento que hayas sufrido tanto.

Fue un beso cálido y profundo, como tratando de demostrarme todo lo que me amaba.
Tomé su rostro con mis manos acariciándolo mientras mis labios no querían separarse de los suyos. Nuestras lenguas se buscaron, ansiosas y empezaron a acariciarse como nuestros cuerpos. Su sabor me encantaba… su aliento… sus suspiros… eran ya una adicción para mí.

Sentí sus manos recorriendo mi espalda, bajando a mi cintura, acariciando mis caderas y mis glúteos, mientras me empujó suavemente sobre la cama. Lentamente se acomodó sobre mí mientras me besaba el cuello desde el nacimiento del pelo hasta la mandíbula, se entretuvo ahí un rato al descubrir, por mis gemidos de placer, que ese era mi punto débil, dando pequeños mordiscos en mi cuello. Yo ya me estaba humedeciendo. Sentía a través de la ropa, sus pezones endurecidos clavarse en mis pechos y su muslo entre mis piernas empujar hacia mi pelvis lenta y rítmicamente.
Todo mi cuerpo respondía a sus estímulos, como si hubiera nacido sólo para estar con ella.

Estábamos llegando al punto de no retorno, ambas queríamos, necesitábamos satisfacer nuestros deseos sabiendo que no disponíamos de mucho tiempo y era ¡demasiado! esperar hasta la noche.

Se recostó de lado invitándome a hacer lo mismo. Quedamos una frente a la otra, su mirada lujuriosa me transmitía pasión, me deseaba y yo a ella. Comenzó a bajar el cierre de mi pantalón y a introducir su mano bajo mi tanga hasta llegar a mi vulva, sin dejar de mirarme y besarme, comenzó a acariciar mi clítoris con sus dedos. Yo hice lo mismo, notando que estaba tan mojada como yo. Empezamos a frotarnos mientras nuestras bocas se comían mezclando nuestros besos, nuestras salivas y nuestros gemidos, al principio pausadamente pero pronto la necesidad se hizo más urgente, necesitábamos un desenlace ya – ¡sí! mi amor, te deseo tanto, tócame ahí, siiii… ahhhh ahhhh – su grito en mi boca y unos espasmos me indicaron que había llegado al clímax, desencadenando el mío inmediatamente después.

Nos quedamos recostadas, acariciándonos, disfrutando el momento en que nuestras contracciones se disipaban, instintivamente acerqué mi mano a mi rostro, olía a ella, no pude evitar chupar mis dedos y saborear parte de sus flujos. Daniela hizo lo mismo y comenzamos a reír.

- Mejor será que nos movamos, ya va a llegar la nanny con el almuerzo - dije acomodándole su ropa y dándole una palmadita en el trasero.
- Mmm, aunque sea maravilloso, no podemos vivir de puro sexo, también hay que comer de vez en cuando, jaja, además ya me dio hambre - dijo con su mirada pícara de nuevo.
- Si seguimos así vamos a engordar…
- Por lo menos la nanny estará feliz…

Bajamos a la cocina riéndonos, cuando vimos que entraba la nanny con una cacerola de greda humeante y de aroma más que apetitoso.

- Mmmm… huele delicioso, nanny, extrañaba tus comidas.

Nanny ya había almorzado, pero a insistencia nuestra se quedó acompañándonos con una taza de té mientras Daniela y yo prácticamente devorábamos nuestro almuerzo ante su atenta y, por cierto, satisfecha mirada. Mis temores iniciales se fueron diluyendo al ver la simpatía que crecía entre nanny y Daniela, conversaban y reían como si se conocieran de toda la vida. Nanny con la simpleza y la sabiduría que entrega la vida, supo comprender que el amor es el amor, sin importar el género ni los prejuicios sociales.

En un momento, cuando Daniela se ausentó un rato para ir al baño, nanny me dice:

- Me alegra verla así, mi niña escarabajito, está radiante, su mirada ha cambiado, se ve feliz. Esa chiquilla es preciosa, se nota que es buena y que la adora. Creo que es justo lo que Ud. necesitaba en esta vida.
- ¿No te importa que sea… mujer?
- ¡Qué diablos! el amor es el amor y cuando llega… no distingue nada más que los corazones.
- ¿Hablaste con Luis?
- El opina igual, aunque no es tan efusivo como yo, la quiere mucho y está feliz por Ud. mi niña.
- Gracias nanny, eres fantástica. Realmente me importaba tu opinión - Dicho esto recibí un nuevo abrazo de oso de nanny, en el preciso momento que Daniela entraba sonriente a la cocina.

- Danielita, mi niña, venga para que le cuente algunas cosas - dijo abrazando ahora a Daniela quien no dejaba de reírse ante la alegre ocurrencia de nuestra excepcional nanny.

- Vengo enseguida - dije mientras me levantaba de la mesa - nanny no me avergüences, ¡Daniela, soy inocente de todo lo que te diga! - grité mientras me dirigía a la escalera escuchando las risas de ambas.

Subí a buscar unos regalos que le traía a nanny, como era mi costumbre cada vez que llegaba, y algunas cosas que me había encargado de la ciudad. Cuando llegué a la cocina ambas reían como cómplices de algún secreto. Esa escena me produjo una profunda alegría.

- Nanny, te traje unos regalitos y tus encargos.
- Gracias, mi niña - dándome un sonoro beso en la mejilla - siempre tan considerada conmigo. Ahora debo irme a preparar la once, antes que los muchachos empiecen a reclamar. ¿Quiere que le traiga unos churrascos como a las 5? - estaba siendo discreta, dejándonos tiempo para estar tranquilas.
- Ya, nanny, gracias… y le dices a Luis que venga contigo para ver unos asuntos y bajar unos víveres del jeep.

Daniela y yo lavamos la loza y ordenamos la cocina. La tarde la dediqué a mostrarle la casa y los jardines que la rodeaban. Era un día cálido de primavera, haciendo el ambiente más agradable todavía. Nos quedamos en un jardín cercado de árboles donde no corría una brisa y donde tenía instalada una hamaca. Daniela estaba feliz, me comentaba asombrada todo lo que había descubierto de mí en las últimas horas:

- Cada momento me sorprendes y enamoras más, profesora. Y yo que pensaba que eras una seria y formal ratona de biblioteca.
- Jaja,¿por qué dices eso?
- No sé… una persona con tanto “seso” como tú y tan joven… sólo te imaginaba estudiando… y a mí sacándote de tus estudios, jaja, para mostrarte otros placeres, pero ha sido al revés.
- Espero que no estés decepcionada.
- Todo lo contrario, cada minuto que paso contigo hace que me cueste más estar sin tí.

Al decir esto una sombra de tristeza asomó a sus ojos y estoy segura que a los míos también. Ambas sabíamos que en algún momento volveríamos a la Universidad y sería distinto retomar nuestras actividades. Teníamos que hablar de ello aunque yo no quería hacerlo todavía. Haciendo equilibrio logramos acomodarnos en la hamaca, la abracé a mí y mientras mi mano jugaba con la suya, le dije:

- Tenemos que hablar…
- Lo sé.
- Yo… te amo Daniela, te adoro, no quiero que nos separemos, no soportaría un día sin tí, sin poder tocarte, olerte, escucharte, amarte. Estoy dispuesta a luchar por lo nuestro y sé que va a ser duro. Pero creo que debemos ser cautelosas, esperar el momento adecuado. No tanto porque seamos mujeres, aunque para algunos eso va a ser un escándalo, sino porque somos profesora y alumna. Eso pondría en peligro mi carrera y la tuya. Imagínate el juicio ético que harían. Es totalmente incompatible… las pruebas, tus notas, todo lo podrían cuestionar, aunque te juro que he corregido tus pruebas con el máximo de imparcialidad.

Daniela sonrió ante este comentario - lo sé mi amor, si no fuera así tendría puros sietes y sé que eres demasiado íntegra como para no hacerlo así. Igual tengo buenas notas en todos los ramos, pero en el tuyo me he esforzado más por puro interés.
- Jaja, lo sé, preciosa. La cosa es que yo veo dos opciones, una es renunciar a la U para poder estar tranquilas y la otra, es mantener lo nuestro oculto hasta que dejes de ser mi alumna, con el riesgo de que no aguantemos la presión.
- Yo jamás me perdonaría que sacrifiques tu trabajo, lo que te gusta, por mí, y mis compañeros que te aprecian tanto, tampoco me lo perdonarían. Además sólo quedan dos meses para terminar el año académico y creo que si estamos juntas podremos hacerlo.
- ¿Estás segura? va a ser difícil.
- Lo sé pero te amo y no te voy a dejar.

Su decisión y fortaleza me emocionaron.

Descansamos un rato disfrutando el sonido de la naturaleza y, por supuesto, nuestra mutua cercanía. Mi corazón se sentía más grande y mi mente, más tranquila después de aquella conversación. Tenía la sensación de que todo saldría bien y sobre todo, la certeza de que Daniela me amaba.

Como a las 5 llegaron don Luis y nanny.
La reunión con ellos fue muy agradable. Al principio don Luis se veía nervioso, pero poco a poco fue sucumbiendo ante los encantos de Daniela y terminó adorándola igual que nanny.

Entre tazones humeantes de té y churrascos, hablamos de los negocios, de los caballos, de cosas que había que hacer y decisiones que había que tomar, mientras nanny y Daniela cuchicheaban alegremente. Cuando nos despedíamos y don Luis cargaba las cajas en la camioneta que él usaba me dijo:

- Jefa, mañana como a las 10 vamos a marcar los caballos nuevos, aprovechando que Ud. está acá y al almuerzo queremos hacer un asadito para darle la bienvenida a la Srta. Daniela, eso si Ud. nos autoriza.
- Claro, don Luis, me parece una idea genial. Nos vemos mañana, gracias por todo.

Aquella era la máxima demostración de cariño que los trabajadores hacían a alguien, lo que me llenaba de satisfacción.

Pasó la tarde y nos fuimos al dormitorio, había comprado un vino dulce que subí en dos finas copas de cristal, mientras ponía más leña en la chimenea y bajaba la intensidad de las luces, creando un ambiente romántico mientras Daniela ocupaba el baño. A través de los ventanales podía observar el cielo maravillosamente estrellado, la noche estaba calma y ningún sonido, salvo el crepitar del fuego, interrumpían esta adorable quietud.

Estaba tan absorta en esta contemplación que no sentí a Daniela hasta que su mano rozó mi cabello.

- Podría vivir el resto de mi vida aquí contigo, amándote bajo este cielo maravilloso. – dijo mientras me pasaba una de las copas y tomaba un sorbo de la suya.

Al girarme y verla, algo parecido a un silbido se me escapó de los labios, se veía espectacular, un camisón corto, muy corto, tipo babydoll, negro semi transparente, dejaba traslucir una reducida y demasiado sensual ropa interior. Me puse realmente nerviosa ante tan bella visión. Hasta el trago de vino que había tomado se demoró en bajar por mi garganta.

Daniela, desparramando sensualidad, agarró mi copa y la dejó en el marco de la ventana, acercándose a mí, hasta rozarme con su cuerpo.

- Me puse así para tí… ¿te gusta?
- Estás… estás… si…
- Mmm… parece que ahora yo te he impresionado, profesora - decía divertida, sabiéndose totalmente dueña de la situación - ¿dónde está tu locuacidad?

Mientras decía esto se ocupaba de quitarme la ropa lentamente. Primero mi polera, luego agachándose comenzó a bajar mi pantalón al mismo tiempo que acariciaba mis piernas. Luego hizo el mismo trayecto hacia arriba, deteniéndose frente a mi tanga, donde repasó sus bordes apenas rozándome con uno de sus dedos. Continuó subiendo por mi estómago que se contrajo al sentir aquella sutil caricia. A estas alturas yo ya respiraba dificultosamente y el placer estaba inundando todos mis sentidos. Estaba sorprendida por la forma en que ella tomaba la iniciativa. Su juego de seducción me estaba enloqueciendo. Me agarró del sujetador con un dedo por la parte del medio, entre mis pechos, y me atrajo suavemente hacia ella. A medida que me acercaba… ella daba un paso hacia atrás alejándose, sin apartar su lujuriosa mirada de mi ojos, hasta que llegamos a la orilla de la cama. Rozó sus labios en mi boca y no me dejó profundizar ese beso moviendo su cara, yo ya me estaba desesperando por besarla, por tocarla, pero ella no me dejaba.

- Déjame ser yo quien te regale placer… quiero que sientas lo que me haces sentir - me decía mientras mordía el lóbulo de mi oreja y apartaba delicada pero firme mis manos que intentaban agarrarla.

Me giró e hizo que me tendiera en la cama de bruces. Ella comenzó a besar lentamente mi nuca, bajando por mi espalda, con su lengua iba marcando el camino hasta llegar al broche de mi sujetador que abrió con exasperante lentitud. Sin posarse en mi cuerpo continuó bajando hasta mi cintura. Sus besos húmedos me provocaban escalofríos y hacían que mi espalda se contorsionara de placer. Al llegar a mis nalgas, agarró mi tanga con la boca y comenzó a bajarla por mis muslos hasta sacármela. Volvió a concentrarse en mi cola dando ligeros mordiscos y lametones en toda la zona entre el ano y la vagina, empujando mis glúteos hacia arriba. Yo ya daba saltos cada vez que la sentía. Me hizo girar y comenzó a ensalivarme los senos, alternadamente, sin tocar mis pezones que ya se encontraban como piedras. Aunque trataba de acomodarme para tocarla, ella no me lo permitía, tenía el dominio absoluto de la situación. Yo ya gemía desesperada y excitada como nunca lo había estado antes.

- Sólo yo puedo tocarte.. eres mía… completamente mía - me decía seductoramente bajando con su lengua hasta mi ombligo mientras yo sucumbía a sus órdenes a punto de estallar. Ya no podía luchar para tocarla. Estaba completamente entregada a sus caricias, sólo quería que continuara.

- Soy tuya mi amor… tócame… tócame más… por favor… por… - tuve que agarrarme de las sábanas en el momento que ella tomó mis muslos para separarlos y posó sus labios en mi clítoris. Era la primera vez que Daniela me hacía eso y se sentía… ¡Dios mío! Me sentía en las nubes. Su hermosa cara, su boca, su lengua estaban entre mis piernas, besando, lamiendo y succionando hasta mi alma.

- Ahhhhhhh… eres exquisita… sigue… por favor - le suplicaba mientras ella introducía dos dedos en mi vagina y comenzaba a moverlos sin dejar de estimular mi clítoris con su boca. De pronto el placer se transformó en oleadas cada vez más intensas y una corriente eléctrica me sacudió desde los genitales hasta la cabeza, transformándose en el orgasmo más intenso que había experimentado en mi vida. Creo que hasta perdí unos instantes el conocimiento porque cuando abrí los ojos Daniela estaba besándome en la boca y diciéndome que me amaba.

- Ahora, profesora, te toca terminar tu trabajo - diciendo esto se sacó la tanga y se sentó a horcajadas sobre mí ubicando su sexo a la altura de mi cara de modo que mi boca fácilmente podía alcanzar sus labios y su clítoris, lo que comencé a hacer casi desesperadamente. Ella se encontraba muy mojada, tanto que una parte sus fluidos resbalaban por mi mandíbula. También estaba muy sensible por lo que sin poder evitarlo se agarró de la cabecera de la cama y comenzó a “cabalgar” sobre mi rostro rápidamente. La posición que tenía me permitía ver sus pechos balanceándose agitadamente. La tomé por las caderas para controlar mejor sus movimientos y así poder penetrarla lo más profundamente que podía con mi lengua.

- Siiiii, mi amor… siii… ahhhh…

Mi lengua entraba y salía de su vagina hasta que Daniela se contorsionó en una mueca de placer, dando pequeños saltos, antes de vaciar sus jugos en mi boca, los que recibí como el más apetitoso de los manjares, lamiéndola lentamente hasta que dejó de moverse.

Se acomodó frente a mí y comenzó a limpiar dulcemente mi boca a besos, entre suspiros y palabras de amor.

- ¿Te gustó?
- Si, más que eso, me encantó, Daniela, fue increíble. ¡tú eres increíble!

Nos metimos bajo las sábanas, todavía sentía su pecho agitado. Se abrazó a mí apoyando su cabeza en mi hombro y cruzando una pierna sobre las mías, mientras yo acariciaba su espalda y besaba su frente. Disfrutando del abrazo de nuestros cuerpos y totalmente relajadas después de tanto placer, nos quedamos dormidas con una sonrisa en los labios.

4 comentarios:

mi angel dijo...

hola

mi angel dijo...

Escarabajito!!!! Te lo dije no??? original genial y no me cansare de leeeer y reeeleeer tus textos me emocionan demaciado... Sabes que te admiro demaciado... Y un saludo a Lilien... ...Ah y otra vez Gracias!!!!!!

mi angel dijo...

Escarbajito!!!! Y aprenderas sobre mi idioma...jajajajajaja...

Iran@lexa dijo...

SENCILLAMENTE HERMOSO COMO UDS AMIGAS LINDAS PECHOCHAS !!!!....