Era una hermosa tarde de otoño, de aquellas con una iluminación especial, doradas, añejas, que invitaban a caminar por el parque respirando el olor de los árboles amarillentos. Mi trabajo me permitía ese privilegio, tiempo disponible, lo que no tenían muchas personas, incluyendo a mi hermana mayor que acababa de llamarme al móvil para pedirme que recoja a mi sobrina de la guardería. Volviendo bruscamente a la realidad, apresuré mis pasos hacia el vehículo que había dejado bastante lejos.
Como profesional joven, independiente y soltera por elección, amaba mi libertad. No tenía hijos, pero como dice el refrán “a quien Dios no da hijos, el diablo le da sobrinos” y era muy cercana a mis tres sobrinos, a quienes mimaba y quería muchísimo. Ellos me consideraban como una segunda mamá, incluso antes confiaban en mí que en su propia madre al momento de pedir ayuda para resolver algún problema.
Florencia era mi consentida, la más pequeñita, inquieta e inteligente, un verdadero terremoto, que cuando me veía iluminaba su carita picarona y corría a encaramarse en mis brazos.
Mi hermana, astutamente, había dejado mis datos a comienzos de año en la guardería como la única persona, además de ella y su esposo, que podía recoger a la niña y, bueno, hoy era la primera vez en el semestre que me tocaba hacerlo.
Llegué al lugar adornado de figuritas infantiles y toqué el timbre de la mampara. Me impacientaba un poco cuando, luego de unos instantes, escuché que alguien venía, en el preciso momento en que, por descuido, mis llaves cayeron al suelo y tuve que agacharme a recogerlas. Cuando se abrió la puerta, mi asombro casi me juega una mala pasada, dejándome atónita con una semisonrisa en la cara, sin poder articular palabra, desde la posición en que estaba. Frente a mí, con un gesto divertido, dando tiempo a que me levantara, apareció una hermosa mujer de ojos claros y sonrisa esplendorosa, pelo castaño y un cuerpo de medidas perfectas que no lograba disimular con aquel delantal de educadora que usaba para trabajar.
Aguardó pacientemente a que contestara a su saludo y me decidiera a mover las piernas para entrar.
Juro que nunca me había pasado algo similar, esta era la primera vez que me sentía increíblemente torpe y cohibida. No sé cuánto tiempo estuve así, posiblemente unos segundos que a mí se me hicieron eternos. Simplemente me aturdí con su bella sonrisa y quedé impactada con su mirada, con su hermosura, con toda ella.
Cuando logré salir de mi turbación, sentí mi rostro ardiendo, seguramente ella y ¡todo el mundo! lo habían notado, porque su gesto se trasformó en risa.
- Hola, ehhh, disculpa, vengo a buscar a Florencia - logré articular llena de vergüenza, mientras atravesaba el umbral de la puerta, pasando tan cerca de ella que pude sentir el frutal aroma de su cabello y comprobar que era unos pocos centímetros más alta que yo.
- Ud. es… - dijo interrogante, esperando a que yo terminara la frase.
- Ohh… disculpa… ehh… de nuevo. Yo soy Pamela, la tía de Florencia, vengo a buscarla - “¡Trágame tierra!” Pensé. En serio, nunca me había sentido tan torpe.
- Ah, sí, la mamá avisó que Ud. la vendría a buscar hoy - dijo mientras sonreía divertida ante mi torpeza y, sin que se lo preguntara, agregó - yo soy Carolina, la nueva “tía” de Florencia - aludiendo a la forma cariñosa que los niños usan para referirse a su profesora.
- Mucho gusto… tía Carolina - “¡Ohh, no! ¡Otra vez! No puede ser, estoy como para un campeonato mundial”, pensaba mientras ella reía de nuevo mostrando una perfecta hilera de dientes blancos y dos coquetos hoyuelos a ambos lados de sus mejillas.
- Florencia siempre habla de su tía “Pame”, así que ya la conocía por referencias - dijo mirándome con un gesto encantador que sólo logró acelerar mi frecuencia cardíaca - enseguida la busco - y desapareció tras una puerta dejándome inquieta, con la mirada perdida en la última porción de su cuerpo de espaldas que alcancé a ver.
Al par de minutos reapareció con mi sobrina que, al verme, se soltó de su mano para abalanzarse a mis brazos, haciéndome perder el equilibrio, por lo que tuve que agacharme para quedar a su altura.
- ¡Hey, Floppy, princesita! ¿cómo te portaste hoy? - le preguntaba mientras me daba besitos en la cara y me pedía que fuéramos a tomar un helado.
- Se nota que es su regalona - decía Carolina sonriendo con ternura mientras miraba la escena y, contestando a mi pregunta, me informó que se había portado bien y había comido toda su colación. Que recordara que para mañana debía traer fruta y… no sé que cosas más, porque más que escucharla me quedé mirando cómo acomodaba un mechón de cabellos tras su oreja derecha.
“Es demasiado hermosa”, pensaba mientras la veía. No quería irme, pero empezaron a llegar algunos padres y la sala de recepción se hizo pequeña, así que, tomando a mi sobrina y su mochila me dispuse a salir, cuando súbitamente, mi corazón da un vuelco al escuchar:
- ¿Y mi besito?
Me dí vuelta instantáneamente y la miré a los ojos sorprendida, entonces advertí que ahora ella estaba ruborizada por mi reacción, ¡torpe de nuevo!, ya que, ¡por supuesto!, le hablaba a Flo, quien desde mis brazos se había inclinado hacia ella para dejar un sonoro beso en su mejilla. Acto seguido y no pensado, yo hice lo mismo. “Maldición, de nuevo, ¡por qué no se abre el suelo de una buena vez! Definitivamente hoy no es mi día.”
Creo que esta fue la tercera o cuarta vez que la hice reír, me consolaba pensando que, al menos, debí haberle parecido simpática. Salí rápidamente recriminándome a mi misma la estupidez que había hecho y sintiendo la suavidad de su rostro que aún permanecía en mis labios luego de ese sutil roce.
La tarde se me pasó volando hasta que mi hermana llegó a buscar a Flo. Se sorprendió gratamente cuando me ofrecí con disimulado entusiasmo para recoger a mi sobrina el resto de la semana, argumentando que quería comprarle unas zapatillas y algo de ropa. La verdad es que no hallaba la hora de volver a encontrarme con esa preciosidad que mi Flo tenía como profesora y cualquier excusa me servía.
Al día siguiente me presenté en la guardería un poco antes de la hora de salida, decidida a rehabilitar mi imagen ante aquella mujer que pareció sorprendida de verme nuevamente.
- Buenas tardes, tía Carolina - dije en tono de broma aludiendo a mi ineptitud del día anterior - de nuevo me tocó recoger a Florencia, mi hermana estará complicada con su trabajo toda la semana - me pareció distinguir un brillo especial en su mirada.
- Mmmm, así que nos veremos todos los días - agregó sonriendo y produciendo un cosquilleo en mi estómago. Me parece que nuevamente se dio cuenta de que mis mejillas podrían detener el tráfico sin problemas.
- ¿Cómo anduvo este monstruito hoy? - pregunté a Carolina mientras llegaba con Flo.
- Muy bien, aunque algo impaciente por salir con su tía, le contó al resto de los niños que le iba a comprar zapatillas, jaja, es una tía famosa.
- Ehhh, voy a tener que cumplir mi promesa entonces. Bueno, tía Carolina, gusto en verla de nuevo, hasta mañana.
- ¿Mis besitos? - le dijo a Flo, pero ¿escuché bien? ¿en serio lo habrá dicho en plural? O mi imaginación ya me estaba jugando una mala pasada. La miré directamente a los ojos tratando de encontrar una pista, cuando me sonrió coquetamente. Esta vez fui “más osada” y le di un beso menos efímero, manteniendo unos segundos mis labios en su mejilla, contacto que me ocasionó un ligero estremecimiento y hasta me pareció escuchar un leve “mmmm” de sus labios. Su perfume se me impregnó nuevamente perdurando en mi olfato por un tiempo menos fugaz.
Demasiado rápido llegó el viernes, último día en que iría a buscar a Flo. Ya me costaba encontrar paciencia esperando la hora en que, por unos minutos, podía ver a mi ángel. Se me había vuelto una necesidad diaria a tal punto que ideaba estrategias para ofrecerme a acarrear a mi sobrina cada vez que pudiera, sólo para ver esa hermosa sonrisa, sentir su perfume y el contacto casual de sus manos al entregarme las cosas de Flo, además, claro, del beso robado de rigor. Creo que me estaba gustando demasiado y no sabía qué otro paso podía dar para conocerla más, ya que, pese a toda la revolución de feromonas que me producía, mi timidez me impedía ser más osada. Además, no sabía si ella podría sentir algo por mí que no fuera una natural simpatía, probablemente tendría novio, lo que no sería extraño, pues, era demasiado linda.
A la semana siguiente mi hermana me sorprendió comentando que la tía Carolina le había preguntado por mí. ¡Preguntó por mí! Uffff, qué alegría, pero, ¿qué significaba eso? ¿Me estaba pasando rollos? De todos modos, una sensación vertiginosa me acompañó por el resto del día.
El miércoles logré ir a buscar a Flo, me sentía nerviosa ante la idea de volver a verla, Dios, ya la echaba de menos. Sus ojos brillaron cuando me vio en la puerta y una sonrisa encendió su rostro, el mío ya estaba encendido hace rato.
- Hola ¡qué sorpresa que hayas venido! - dijo tuteándome - pensé que ya no te iba a ver - me pareció sentir entusiasmo en esta última frase, mientras me saludaba.
- Sí, es que no encontraba la oportunidad de ofrecerme para recoger a Flo - dije riendo al confesar mi “delito”.
- Entonces vamos a tener que organizar una actividad exclusiva para tías - agregó sin apartar su mirada de mí.
Aquel pequeño gesto de coquetería me tenía por las nubes ¿será posible? Bueno, no tenía forma de saberlo si no me decidía a hacer algo pronto, claro que mejor sería si pudiese contar con algún empujoncito del destino.
Esta “ayuda providencial” llegó a la semana siguiente cuando tuve en mis manos las entradas para un “show” que se realizaría el sábado a beneficio de alguien relacionado con la guardería, y al que mi hermana no podría asistir. Si tenía suerte, tal vez ella estaría ahí.
No me costó armar grupo con unas amigas, al llegar al local e instalarnos en una mesa, la típica mirada por el lugar para ver quién estaba y quién no, me llevó a encontrarme con los ojos de aquella hermosura que me hacía soñar. En efecto, ahí, de pié entre un grupo de personas, a unas cuantas mesas a la derecha, estaba ella, preciosa, increíblemente sexi y sonriéndome a modo de saludo a la distancia. Le sonreí embelesada y saludé con un gesto de mi mano, pero bruscamente caí en la realidad al darme cuenta de que estaba con un acompañante que no le quitaba la vista de encima y reclamaba por su atención tomándole las manos. Ella notó el cambio en mi expresión y me pareció ver una sombra de tristeza en sus ojos, antes de apartar su mirada de mí. ¡Tenía razón, es demasiado bella como para no tener a alguien! No podía ser de otro modo.
Me sentía decepcionada y triste. Una pesadez que me impedía sonreír se me instaló en el centro del pecho y pensé en irme a casa luego de que pasara un tiempo prudente para no despertar suspicacias entre mis acompañantes, pues yo había sido la más entusiasmada e insistente en salir esta noche.
Desde el lugar donde me encontraba lograba verla con facilidad, sin que mis amigas se dieran cuenta de que mi atención se arrancaba hacia ella permanentemente. Se había sentado junto a su acompañante en una de las mesas del frente. El show avanzaba con monotonía, a veces nuestras miradas se cruzaban, otras veces la observaba molesta, discutiendo con su compañero, me parecía que no lo estaba pasando muy bien.
De pronto él se levantó de la mesa y se fue, dejándola sola, con un gesto triste y la mirada concentrada en sus manos.
Estuvo así unos minutos y levantó su mirada hacia mí, yo estaba sorprendida sin saber qué hacer, sentí que nuevamente me traspasaba el alma, no pude contenerme imaginando que necesitaba hablar con alguien y me paré encaminándome hacia donde ella estaba, dejando a mis amigas extrañadas ante mi abrupta reacción.
- Hola ¿sobrevivirás? - pregunté preocupada refiriéndome a lo que había visto antes.
- Hola, bueno, creo que sí, acabo de pasar un mal momento… es que… es difícil terminar una relación de tanto tiempo ¿sabes? A veces una cree estar enamorada… que todo anda bien y de repente… algo hace que te des cuenta que no es así. Se te desestabiliza todo y cuesta tomar decisiones.
- Mmm, sí, tienes razón, pero creo que tú ya lo has resuelto - y percibí nuevamente aquel brillo en sus ojos que me fascinaba. “Dios, ojalá no note mi sonrisa, uff, que me cuesta disimular. Pensaré en algo triste.”
- Sólo espero haber tomado la decisión correcta - Dijo observándome fijamente otra vez. Me inquietaba demasiado con cada una de las frases que decía, sintiéndolas como si fueran indirectas para mí.
- A ver, pienso que si tienes dudas, entonces la relación no va bien. Cuando una está enamorada no tiene ninguna duda, incluso es demasiado idealista, todo es perfecto, sólo hay espacio para cosquillas en el estómago, miradas inquietantes y el pensamiento constante y ansioso de querer estar a su lado. No hay dudas, sólo esperanzas. - Dije inspiradísima, pensando en mi propia situación.
- Wow, parece que estás enamorada - sonrió al ver que me ruborizaba.
- Oye, tía Carolina - le dije un poco para cambiar de tema, logrando que me dedicara otra de sus angelicales sonrisas - qué te parece si te animas un poco, te vienes a mi mesa o, si quieres, vamos a otro lugar... no sé, lo que tú digas.
Aceptó venir conmigo a la mesa, le presenté a mis amigas y resultó ser demasiado simpática, pronto se adaptó al grupo y bromeábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Yo me sentía en el paraíso con ella a mi lado, no me perdía detalle ni gesto suyo. Ella a veces apoyaba su mano en mi brazo mientras conversaba, produciéndome miles de sensaciones agradables. Una vez terminado el show, el tiempo pasó volando y llegó la hora en que mis amigas se empezaron a retirar, no sin antes, hacer planes para juntarnos nuevamente el próximo fin de semana. Yo estaba tan entusiasmada con Carolina que no quería moverme, al final quedamos las dos solas.
- ¿Quieres que te lleve a tu casa? - pregunté cruzando los dedos para que no me dijera que había venido en su propio auto, mientras comenzaba a sonar la música que anunciaba el cierre del local dentro de media hora.
- Ya. Me encantaría, pero tomemos un último trago, lo he pasado realmente bien contigo. Gracias por rescatarme del bajón.
Nos conocimos un poco más y a cada momento mi atracción por aquella diosa aumentaba.
Nos fuimos a mi auto y me sentía deliciosamente extraña de ir con ella a mi lado, me dio las indicaciones para llegar a su casa, tardamos media hora hasta que me estacioné en su portal.
- Bueno… eh… llegamos, sanas y salvas - dije tratando de parecer graciosa, aunque era demasiado obvio que no tenía ganas de separarme de ella todavía.
- ¿Quieres un café? - me pareció una petición más que una invitación, noté un leve temblor en su voz.
- Me encantaría, pero ¿no estás cansada? Tal vez quieras dormirte ya.
- Mmmmm, puedo soportar un poco más - dijo bromeando y entornando sensualmente los ojos.
- Vale, sólo un ratito - me pareció que no quería que me vaya.
Entramos en silencio ya que sus padres dormían en el segundo piso. Nos dirigimos hacia la cocina, casi a oscuras, la luz de la calle alumbraba tenuemente el pasillo y creí morir cuando buscó mi mano para ayudarme a seguir sin tropezar con nada. Aquel contacto me inquietaba, sentir la suavidad y temperatura de su piel hizo que todos mis sentidos se bloquearan, me preguntaba a mí misma si esta era una actitud normal o debía interpretarla como una insinuación. Cuando llegamos a la cocina y encendió el interruptor de la luz, todavía seguíamos de la mano. Se ruborizó y me soltó al ver mi gesto nervioso. Se dirigió a un mesón y encendió el hervidor. Mientras sacaba unos jarros y lo necesario para servirnos un café, yo la miraba moverse y mi corazón latía más fuerte. Su cuerpo me era magnético y no pude evitar seguirla con la mirada. Su blusa sin mangas dejaba ver sus hombros delicados, de piel brillante y acariciable y se ajustaba a su pecho que se insinuaba tentadoramente al final del escote. Me pareció que estaba nerviosa cuando sirvió el agua en los dos jarros y nos preparamos silenciosamente los cafés. Mi mirada se arrastraba sin conciencia por su figura y era tan evidente, que, estoy segura, ella se dio cuenta.
- ¿Cómo te sientes ahora? - pregunté mientras daba un último sorbo a lo que quedaba de mi jarro, tratando de recuperar la calma.
- Uff, ha sido una noche increíble.
- ¿Increíble de buena o mala?
- Veamos, sumando y restando... de buena… gracias a ti. - Se incorporó y fue al lavaplatos a dejar los jarros, se quedó parada, inmóvil unos instantes como tratando de decir algo más. Mi corazón ya estaba a mil por hora, pero mi timidez me impidió hacer algo.
- Bueno, no te imaginas cuanto me alegra haberte encontrado. Ahora será mejor que me vaya… gracias por el café - dije tratando de respirar tranquila. Quería salir de allí antes de cometer otra torpeza. Me levanté y me dirigí hacia el pasillo que conducía a la salida.
Avanzamos lentamente hacia la puerta, como si ninguna de las dos quisiera llegar, ella adelante, guiándome, hasta que nos detuvimos. Aún me tenía de la mano cuando se acercó a mi oído para decirme en voz baja:
- Gracias - mientras me daba un exquisito… lento… y… torturante… beso de despedida en la mejilla.
¡Dios! Esto era demasiado hasta para mí, cerré los ojos al sentir un escalofrío gigantesco, apreté su mano fuertemente y la atraje hacia mí tomándola de la cintura, si iba a morir, era mejor hacerlo probando el sabor de sus besos. Mis labios se posaron en su rostro y permanecieron ahí unos segundos, ella no se movió un centímetro, al menos para alejarse, nuestras mejillas se juntaron al tiempo que mi boca inició un viaje incierto y lento hacia la suya, el silencio era tal que sólo sentía su respiración entrecortada y mi corazón latiendo desesperadamente.
Me encontré con sus labios entreabiertos y temblorosos, que sin mayor espera se acoplaron con los míos. Fue un beso suave, acariciante y estremecedor que duró infinitos segundos hasta que se transformó en uno más intenso y húmedo. Abrí su boca en un aliento, deseaba adentrarme en ella y sentir aún más su respiración. Me deleitaba sorbiéndola delicadamente, probando su maravilloso y adictivo sabor. Acaricié con mi lengua su labio superior y la introduje lentamente en su boca, a lo que ella respondió siguiéndome con la suya mientras un gemido apagado encendió mis oídos. Esto fue suficiente para aventurarme a más y comencé a comer su boca desesperadamente. Mis manos, olvidadas en su cintura, comenzaron a recorrer su delicada espalda, empujándola hacia mí, encendiéndome con el calor de su cuerpo en contacto con el mío, estremeciéndome de placer.
Necesitaba besarla entera, mis labios probaron su cuello, aquella zona donde el olor de su cabello se hacía más intenso y fulminaba mis sentidos, al llegar a su oído, le dije con la voz llena de excitación mientras la sentía temblar:
- Esto no es un sueño ¿cierto? Dime que eres real y que de verdad eres tú la dueña de estos labios que tanto deseo...
Por respuesta se pegó a mí y, tomando mi cara entre sus manos, me regaló otro beso aún más apasionado. Podía sentir la delicadeza de sus pechos adosados a los míos a través de la ropa, apoyé mi espalda en la pared cuando sentí que mis piernas no podrían con mi cuerpo, mis manos bajaron al inicio de sus nalgas y sentí su exquisita turgencia a través de la tela del pantalón. No necesitaba empujarla hacia mi cuerpo ya que era imposible estar más pegadas y el sutil e insinuante vaivén de sus caderas buscando el contacto con las mías me volvía loca.
Un ruido nos interrumpió, la madre de Carolina se había levantado para ver si ya había llegado y, antes de que bajara al primer piso, mi diosa le indicó desde la escala que todo andaba bien y estaba conversando y despidiéndose de su amiga que la había traído.
Su sonrisa pareció iluminar el pasillo cuando se acercó a mí nuevamente.
- Quiero verte mañana, quiero estar contigo - me dijo, buscando nuevamente mi boca, abrazándose fuertemente a mi cintura.
- Yo también, te paso a buscar después de almuerzo, alrededor de las 3, así duermes un poco ¿quieres? - mientras no podía dejar de besarla.
- Sí, mi amor, te esperaré ansiosa.
- Es una cita, entonces. Que tengas buenas noches, mi vida.
- Igual tú. Descansa
- Trataré - dije sonriendo pícaramente. Le di un último beso y salí hacia mi auto con el alma inundada de felicidad ¿cómo podría conciliar el sueño después de esto?
Al día siguiente me levanté temprano, entusiasmada, radiante. Me arreglé con especial cuidado después de la ducha. No sabía qué ponerme, como si me preparara para mi primera cita. Cuando al fin estuve lista, ordené un poco, lavé la loza del desayuno y fui al almuerzo familiar para luego pasar a buscarla.
Mi hermana comentó durante el almuerzo que me veía distinta, preguntándome si tenía alguna cita después. No pude evitar sonreírme con un gesto delator, pasando a ser el blanco de todas las bromas posteriores. Eso me sirvió para retirarme temprano sin mayor oposición. Eran las 2,30 y ya me encontraba rumbo a la casa de Carolina. Estacioné el auto y la descubrí esperándome en el portal de entrada, mi corazón saltó de alegría al verla, estaba preciosa, llevaba un vestido juvenil y había recogido su cabello en un moño suelto que le daba un toque casual demasiado atractivo. Nos saludamos con un abrazo muy apretado, como si hubiese pasado demasiado tiempo desde la última vez que nos vimos.
- Hola, mi vida, te estaba esperando - me dijo al oído, mientras me daba un disimulado beso en la comisura de los labios que me encantó - Pasa mientras voy a buscar mi abrigo.
Sus padres eran dos personas encantadoras y conversamos animadamente hasta que llegó Carolina lista para salir. Nos despedimos y fuimos al auto. Durante el viaje, Carolina me tomó la mano mientras me comentaba que prácticamente no había podido dormir pensando en lo que había ocurrido anoche. Yo la miraba completamente atontada por su belleza, ansiando besarla ya, ella sonreía sabiendo que pronto nada nos podría detener.
Llegamos rápido y en cuanto entramos le ofrecí algo para beber, dirigiéndome a la cocina, luego de dejar nuestros abrigos en el sillón, a decir verdad, me sentía un poco nerviosa pese a que la deseaba con locura. Ella me detuvo en el marco de la puerta tomándome de la mano.
- Mmmmm, veo que tu timidez ha reaparecido, ¿verdad? Sabes que no queremos beber nada que no salga de nosotras mismas. - Una puntada me avisó que mi corazón de nuevo pretendía escaparse de mi pecho - Parece que yo tendré que tomar la iniciativa entonces, antes de que comiences a llamarte tía y te me escapes nuevamente. - Se acercó a mí mientras sonreía y con su mano acarició el contorno de mi rostro enrojecido. Sus dedos se posaron en mis labios para recorrerlos suavemente mientras a mí me costaba una enormidad tragar. Mi boca no se resistió a aquella caricia de diosa e instintivamente se movió para rozarlos tiernamente.
Estaba muy cerca de mí, el tiempo transcurrido sólo había logrado aumentar la ansiedad de una por la otra, una sonrisa se me escapó, nerviosa, cuando ambas quedamos a pocos centímetros del beso. Busqué sus labios mientras nuestras manos se entrelazaban. Carolina me decía una y otra vez cuánto me deseaba, su voz se volvía más aguda al tiempo que nuestras bocas se comían desesperadamente. Comencé a besar su cuello, mientras en mi oído resonaban sus palabras apasionadas y unas cuantas amenazas que sólo aumentaban mi excitación.
A partir de ese momento, los pedazos de mi timidez quedaron fuera de lugar y sólo el deseo gobernó mis actos. Soltó sus manos para dirigirlas a mi espalda y apretar mi cuerpo contra el suyo al tiempo que se apoyaba en el marco de la puerta. Yo me sentía en el cielo, respondiendo a sus caricias como si no existiera nada más en la vida, me gustaba sentir los gemidos que le provocaba, su respiración se convirtió en jadeos al levantar ligeramente su pierna para rozarla con las mías, lo que hizo que su vestido subiera incitante por su muslo. Aquella visión me tenía extasiada, fuera de control. Bajé mis manos por su costado para tocar la suave piel de su pierna que quedaba bajo el vestido, atreviéndome a subir hasta acariciar sus nalgas tersas y firmes, levantando aún más el vestido que a estas alturas se encontraba por sus caderas. Un gemido salió de mi boca cuando apreté su delicioso trasero y su pelvis se unió a la mía, entonces me dí cuenta de que ya me encontraba completamente empapada.
- Quiero amarte, quiero sentirte completamente mía - le dije sin separarme un milímetro de sus labios cuando le pedí que fuéramos hacia mi dormitorio.
- Es lo que he deseado desde que te vi - contestó encendiéndome aún más.
Cerca del borde de mi cama comenzamos a desnudarnos en un lento y excitante ritual, alternando besos y caricias con miradas lujuriosas. Ella hizo lo suyo retirando sensualmente cada una de mis prendas y yo la despojé de su vestido, dejándola sólo con su ropa interior. La visión de su cuerpo semi desnudo casi me paraliza unos instantes, era demasiado bella, demasiado perfecta.
Sus pechos parecían querer salir de su encierro, elevándose al ritmo de sus suspiros. Los recorrí con la mirada brillante y delatora unos momentos, antes de que mis manos se posaran en ellos para acariciarlos con adoración y, ansiosas, buscaran el broche de su sujetador para liberarlos al placer. ¡Dios mío! Supe en ese mismo instante que se convertirían en mi debilidad. Acerqué mi cara y los besé lentamente, disfrutando su suavidad y su tibieza, perdiéndome en ellos hasta que sus gemidos me hicieron continuar. Delicadamente la empujé hacia la cama, recostándola, mientras me acomodaba junto a ella para volver a besarla.
Acaricié su sexo, pasando mi mano suavemente por toda su superficie y descubriendo que su humedad traspasaba la tela de su ropa interior. Me incorporé para deslizar aquella prenda por sus muslos hasta sacarla completamente y comencé un exquisito viaje de besos por la parte interna de sus piernas, necesitaba probar cada centímetro de su piel con mis labios, la deseaba con locura, como jamás había deseado a nadie en mi vida. Cuando llegué a su pelvis, aspiré profundamente su olor y noté su cuerpo sobresaltarse. Busqué su mirada y cuando nuestros ojos se encontraron, pude ver en ellos el deseo. Sabía que estaba sintiendo tanto como yo.
Posé mi boca ávida en su vulva, para comenzar a besar y lamer los bordes de aquellos deliciosos labios en toda su longitud, con incitantes movimientos de adelante hacia atrás, degustando el adictivo néctar salobre que brotaba incontenible, inundándolo todo hasta mojar mi cara, aquello me transportó definitivamente al cielo.
Quería que sintiera más y recorrí la entrada de su vagina sintiendo la suavidad de su piel en esa zona, Carolina casi gritaba cuando la penetré con mi lengua profundamente. Fue un momento sublime, delicioso, intenso. Sus caderas se agitaron indicándome que llegaba a aquel punto en que su orgasmo se desencadenaría irremediablemente.
Un par de dedos tomaron el lugar de mi lengua y comencé a friccionarla mientras observaba su rostro desde esta perspectiva, dando suaves lamidas y succiones a la protuberancia de su clítoris inflamado y sensible. Sus piernas se agitaban mientras sus manos acariciaban mi cabeza y se enredaban en mis cabellos, sus grititos ya eran imposibles de contener cuando su respiración se empezó a entrecortar como si le faltara aire, estuvo así unos segundos y luego múltiples espasmos la sacudieron hasta dejarla agotada.
- No puedo creerlo, ¡Dios! Jamás había sentido tanto como ahora. - dijo ubicándose sobre mí mientras me daba besos por toda la cara - te amo ¿sabes? Por eso quería estar contigo.
Sus manos recorrieron mi cuerpo, de manera apasionada, marcándome en cada parte que tocaban con besos húmedos y abrasadores. Yo ya me encontraba excitadísima cuando su boca llegó a aquel lugar que la reclamaba a gritos, por lo que no fue necesario demasiado estímulo para alcanzar el umbral de mi éxtasis. La sentí internarse en mi deseo, temblé de emoción con sus caricias y alcancé el cielo con el impulso de sus dedos. Las caricias no se gastaban, los jadeos ya no se contenían, la pasión se desbordaba y fui inmensamente feliz.
- Así mi amor, no te detengas, deseo que sientas todo el placer que quiero darte - sentía su aliento murmurar en mi sexo mientras las últimas convulsiones del más explosivo orgasmo de mi vida se diluían por mi cuerpo.
Nos tumbamos abrazadas, sonrientes y satisfechas, entrelazando nuestros cuerpos sudorosos como si la piel de una no tuviera razón de ser sin la otra. Las caricias que nos prodigamos en aquel momento sólo reflejaban la dicha infinita de sentirnos unidas, de habernos encontrado y habernos atrevido a cruzar la barrera de las fantasías.
7 comentarios:
FUE EL PRIMER RELATO K LEI TUYO VINKA
GRACIAS A ESTE LEI TODOS LOS DEMAS JUNTO CON LOS DE LILIBETH SON INCREIBLES LAS DOS, ESPERO ANSIOSAS MAS DE SUS RELATOS :D
UN BESHITO I ABRAZO A LAS DOS
Arshes, amiga, gracias por tu lindo comentario y por visitarnos acá.
Ya pondremos más cositas para que nos sigas leyendo.
Saludos y besitos para Uds.
hola sabes me ha encantado tu relato de la tia carolina es muy femenino con ese toque se sensualidad y complicidad que se da solo entre nosotras no soy lesbiana pero ultimamente he tenido esa curiosidad de probar de sentir una piel sencible suave y delicada como la que solo nosotras tenemos aparte nuestro toque como es mas intimo
gracias por publicar todo esto te mando saludos besos
Dora:
Vaya ¡Gracias, de corazón! Me halaga mucho que te hayan gustado mis relatos. La delicadeza, femineidad y sensualidad que tenemos las mujeres al sentir y al amar son un maravilloso privilegio.
Besos.
VINKA ME ENCANTO TU RELATO, SE NOTA QUE LAS MUJERES HACEN DEL SEXO ALGO DELICIOSO!!... ME ENCANTO
ATTE. MACHOMEN
Y NO SOLO SEXO, TBN TERNURA, SENSUALIDAD, PASION Y AMOR!!
ME ESTOY HACIENDO AFICIONADO A ESTE TIPO DE RELATOS, NO SABES QUE DELEITE!
ATTE. MACHOMEN
,era seguidora suya por tr, ahora podré leerla por aquí♥ & la verdad me agrada más este espacio... Es siempre un placer leerla, saludos =*
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